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Un espía y medio: el melodrama que esperabas

Publicado el 09 julio 2016 por Maresssss @cineyear
Publicado en Noticias, opinamos / por / el 9 julio, 2016 a las 12:16 pm /

Vale, vamos a ver.

Si te sientas a ver una película que se titula Un espía y medio y cuyo tráiler muestra a The Rock (nunca me acordaré de su verdadero nombre) tuneado digitalmente (lo han hecho con la aplicación esa de cambiacaras del instagram, si lo sé yo) para pesar 120 kilos (ya, ya sé que ya los pesa, pero déjame acabar la frase) compuestos de grasa bailando en una ducha, para posteriormente aparecer como un mastodonte agente de la CIA que cumple misiones peligrosas mientras se descojona con su colega del insti, sabes a lo que te expones.

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Dentro de ese contexto, sin embargo, las posibilidades siguen siendo muy amplias. Puedes encontrarte con una atrocidad como Negocios con resaca, que además de ser insulsa y basarse en una trama tontuna, no tiene absolutamente ninguna gracia, o puedes encontrarte con algo que se asemeje más a Mentiras Arriesgadas, que a opinión de este servidor es una auténtica joyita del género “pelis de espías cómicas con enredos sentimentales de por medio”. Entre medias estarían títulos del tipo Dos policías rebeldes o aquella en la que alguien muy petado (Schwarzenegger, Vin Diesel o quizá los dos) tenía que cuidar de un montón de niños.

Y ahora, tras este intento de atinar un poco y situarnos en un espectro concreto del cine, es cuando suelto la bomba anti-haters: pues no está tan mal.

Lo digo en serio.

De hecho, creo que el título en español hace un flaco favor a la película, convirtiéndola en otra de esas pelis chorras que espantan sólo con leerlas en la cartelera. Ahora bien, el título original (Central Intelligence, así, tal cual) se pasa de sobrio. En cualquier caso, sí, uno debe relajar el esfínter de la exigencia si quiere disfrutarla y saber que se va a encontrar con todos esos clichés que mezclan la acción con las gracias más primarias; pero a pesar de todo, es una cinta que da al guión y a los personajes la suficiente importancia como para pasar de ser una chorrada insulsa a ser una película entretenida, divertida y capaz de generar un interés auténtico, por desenfadado que sea.

Las incógnitas que propone, por básicas que sean, son lo bastante atractivas como para engancharnos; las bromas y las coñitas son simpáticas, no estridentes (ya sabes, como cuando se dedican a insistirte en un gag específico o a estirar y estirar una situación estúpida hasta el hartazgo) y todo el trasfondo argumental, con las debidas concesiones (ya lo dije: relajar esfínter de la exigencia), funciona bastante bien.

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Voy a echarle huevos y a ir más allá, ahora que he cogido confianza. Atención a la siguiente frase:

Entre medias de todo esto, un aderezo de reflexión acerca del bullying y, sobre todo, de las metas de adolescencia, su consecución (o no) en la adultez y la verdadera importancia (o no) de sublimarlas.

Lo dejo aquí, que como siga voy a sacar las referencias a Shakespeare escondidas en el montaje.

Felicidades a su director, Rawson Marshall Thurber, por haberse superado notablemente en esto de manejarse entre la comedia y la tontería (su Cuestión de Pelotas entraba en el saco de Negocios con Resaca, de calle), a Kevin Hart por sobrevivir a una película que trata de vendértelo en plan Jim Carrey negro, pero no; y ah, sí… se llama Dwayne Johnson. Felicidades a él por la sorprendente transformación física.

En conclusión, todo lo que esperas de una película titulada Un espía y medio, pero no tan desastroso como puedas pensar.

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