Saber parar

"Hasta aquí hemos llegado, frena en seco, no aguanto más, ya está bien"... Decenas de frases golpean nuestro subconsciente cuando la madurez nos señala una puerta que siempre estaba ahí y pasábamos de largo. Cuando nos decidimos a abrirla no suele haber marcha atrás y la cruzamos con paso firme y cabeza alta con la sensación de haber cumplido, de hacer lo correcto. Por iniciativa propia nos adentramos en un mundo que manejamos mejor, en el que relativizamos todo, se aparcan las prisas y tropecientas preocupaciones, y valoramos lo realmente importante: la salud, el trabajo y el amor, en todas sus formas y circunstancias. Todo lo demás lo dejamos en el baúl de lo prescindible, de lo superfluo, de lo banal. Es una cura de humildad necesaria en la que dejamos a un lado el ombliguismo y el individualismo, y nos centramos en las cosas y en la gente que realmente nos llenan y aportan. Las personas tóxicas e interesadas van directas al cubo de la intrascendencia. Y todo lo hacemos con una tranquilidad y una cordialidad supinas. Es la puerta del saber parar, del hasta aquí hemos llegado. Ese pomo que al girarlo te hace dueño del mundo que eliges vivir sin perder ni un minuto más en el qué dirán, qué tramarán, qué escupirán.