Revista Sociedad

Relatividad del Tiempo y la Felicidad

Publicado el 27 abril 2010 por Eko
Relatividad del Tiempo y la FelicidadEl pasado 18 de Abril se cumplieron 55 años de la muerte de Einstein. Considerado como el científico más importante del siglo XX, y al que debemos la "Teoría de la Relatividad General". Gracias a él, se ha podido entender y descifrar gran parte de los códigos ocultos del Universo. De toda la teoría, que sin duda esta para ser entendida y explicada por personas mucho mas inteligentes que yo, me quedo con la parte que dice que el Tiempo es relativo. Resumiendo un poco, viene a decir, que el tiempo no es una magnitud absoluta sino relativa que varía en función de quién y bajo qué circunstancias se mida. Por poner un ejemplo, y este es un hecho ya constatado, el tiempo transcurre más lentamente si se mide cerca de una gran masa gravitatoria, por ejemplo, en un rascacielos, los relojes situados en la planta baja van más lentos que los situados en la última planta.
El tiempo en que medimos nuestra vida, en cierta forma es tan relativo como el general. Recuerdo, cuando de niño, los días se me hacían eternos, parecían que los segundos se volvían horas, y que el día nunca acabase. Cuando esperaba un acontecimiento, aunque fuese a unos días vista, parecía que estos nunca iban a pasar. Ese recuerdo, junto con la sensación que le acompañaba, aun perdura en mi, cuando echo la vista atrás. Todo eso cambio con los años. No se exactamente en que momento, el tiempo empezó a acelerarse. Parece como si cada año fuese más corto, como si de repente, de vernos celebrando el inicio del año nuevo, pasásemos a pensar en las vacaciones de verano, para inmediatamente vernos de nuevo en la navidad. Y así, años tras año, el tiempo, ha ido recayendo a mis espaldas, como si de un instante hubiese sido. Si hago recuento de todas las historias vividas durante esos años, el tiempo se dilata, adquiere un tamaño mayor al que parece haber tenido. Ahora tengo tres pequeños relojes, mis hijos, que me dan una concepción mucho más enigmática del tiempo, y por el que aprecio con mayor claridad la rapidez con la que pasa.
Pese a la velocidad con que haya podido pasar el tiempo durante nuestras vidas, parece existir una constante en ella. Un valor que nunca ha cambiado y que parece inalterable con el paso de los años. Ese valor es el mismo en nuestra infancia, en nuestra adolescencia, en nuestra madurez y en nuestra vejez. Esa constante vital, inherente a nosotros, no es otra que la búsqueda de la Felicidad. De hecho, si pudiéramos medir nuestra vida por los momentos felices que hemos tenido, seriamos, en el mejor de los casos, apenas unos bebes que están empezando a gatear. Pero la búsqueda de la Felicidad, pese ser una constante invariable en nuestras vidas, en su definición y concepción, es tan relativa como cualquier otra cosa en el Universo. Si aplicamos lo anteriormente dicho del Tiempo en la "Teoría de la Relatividad General" de Einstein, a la felicidad, comprobaremos que esta no es una magnitud absoluta, sino relativa que varía en función de quién y bajo qué circunstancias la sienta. Si hacemos la pregunta a cualquiera, si es feliz, todos o casi todos, se irán por las ramas. Desde luego, casi nadie nos dirá que no. Habrá quien diga que tiene dinero, o que al menos tiene salud; habrá quien diga que tiene trabajo, mujer, hijos, y que todos están bien. Si variamos la pregunta, y le preguntamos al sujeto, ¿que es la felicidad? la respuesta más habitual se centra en una especie de plan vital de objetivos a conseguir: tener una familia, una casa, hijos, amor, dinero... y en conseguir dicho objetivo pasan la vida, sin plantearse, sin pensar otra cosa, como si de autómatas programados, que buscaran la solución fría y matemática a una cuestión se tratase. Pero me vuelvo a repetir, ¿que es la felicidad?. Y un silencio se abre paso en mi respuesta. Si nos ponemos en el caso de conseguir todo lo que nos hemos propuesto, siempre nos quedara el miedo a perderlo. Parece en definitiva, como si algo se interpusiese entre nosotros y la Felicidad, como si un temor a que ocurra una desgracia en las personas que amamos, la perdida de nuestro empleo, el hecho de que enfermemos o envejezcamos, o perdamos el amor, se interpusiese entre nosotros y la felicidad. Tal vez nunca podamos conseguir aquello que no podemos o no sabemos definir.
Recuerdo haber sentido en varias ocasiones en mi vida, una sensación que no tenia relación con lo que ocurría con el exterior, ni con las circunstancias de mi vida en esos momentos. Venia del interior, una sensación de paz, de tranquilidad y por así llamarlo de felicidad, incomparables. Venia sin más, de improviso, sin buscarlo y sin pensar en nada profundo o espiritual. Era como si de repente me hubiesen quitado un gran peso de encima y cualquier cosa en el mundo, en el universo no tuviera la mayor importancia, como si todo fuera perfecto. Una sensación indescriptible, maravillosa, no como si hubiese entrado en el cielo o en el paraíso, sino como si el cielo o el paraíso estuvieran en mi. Esa extraña sensación apenas duraba unos segundos, pasado ese tiempo desaparecía y me dejaba tan solo la extraña sensación de haber sentido algo  perfecto y maravilloso. No se si alguien alguna vez tuvo esa experiencia, y si sabe darle alguna explicación.
Me gustaría dejaros para acabar un hermoso cuento que seguro muchos conoceréis. Contado por un un psicodramatista, terapeuta gestáltico y escritor argentino, que seguro también conoceréis muchos. Lo conocí por casualidad hace ya algunos años, buscando algún libro que leer y me encontré con "Amarse con los ojos abiertos", el cual me cautivó y lo devoré en apenas un par de días. Así que quien no lo conozca o nunca lo haya leído, permitirme tomarme la osadía de recomendarselo. El cuento que os dejo es de su libro "Déjame que te cuente" y se llama el buscador.

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