Revista Insólito

Lavado de cara

Publicado el 03 mayo 2018 por Monpalentina @FFroi
¿Recuerdan cuando llegaba el domingo o las fiestas del pueblo y nuestras madres dejaban sobre la cama la muda limpia y nuestra mejor ropa? Nos lavábamos a conciencia  detrás de las orejas y el cuello y hasta nos cepillábamos las uñas para estar presentables.
Hay acontecimientos y ocasiones que requieren un lavado de cara aunque sólo sea por vanidad o por el qué dirán los que vienen de fuera, los forasteros que hacen acto de presencia para la fiesta. Algo parecido me parece que está sucediendo con una parte de nuestro patrimonio románico. Las Edades del Hombre que están a punto de comenzar en Aguilar parecen la ocasión idónea para dar a conocer nuestras iglesias y ermitas románicas y que ese conocimiento  sea más que una visita de un día o un acontecimiento de unos meses, sino que se prolongue en el tiempo y cree expectativas de futuro en la zona.

Lavado de cara
Malamente tendrá continuidad si a partir de noviembre, cuando finalicen las Edades, los templos vuelven a echar la llave de nuevo a cal y canto, hasta que llegue  Semana Santa o los meses de verano para que las visitas puedan acceder al interior de los templos. Pero ya saben ustedes eso de que donde hay patrón, no manda marinero, así que a quienes corresponde velar por nuestro patrimonio, ese que pagamos y mantenemos todos con nuestros impuestos, han elegido una veintena de templos que durante los meses de mayo a noviembre enseñarán a los visitantes guías a los que se ha dado formación específica sobre el templo que van a custodiar temporalmente. Y digo temporalmente, porque nuestros queridos y respetados custodios, los que son depositarios de las llaves de los templos, y quienes durante todo el año,  desinteresadamente, abren las puertas y muestran con orgullo la iglesia de su pueblo, sin horario de apertura fijo más que en los meses ya indicados, ya no estarán cumpliendo su misión. Ellos también son parte del lavado de cara, de eso que ahora llamamos imagen. No, como les cuento. Algunos y algunas de ellas llevan más de treinta  años realizando esta tarea exclusivamente por amor a la iglesia de su pueblo, pero en esta ocasión se  puede prescindir  de su dedicación .Tal vez no dan la imagen deseada, el perfil necesario para contar a quienes se acerquen hasta sus pueblos la historia del templo o sus características y todos los detalles que hacen de cada uno de ellos una pequeña  joya patrimonial a preservar y respetar.
Lavado de cara
El lavado de cara incluye también algunas mejoras, dicen, en los templos, -aunque alguno de ellos siga sin luz en el interior-, pero eso sí, que ahora luzcan cerramientos de madera como si fuesen corralillos para vaya usted a saber qué ganado, o materiales tan tradicionales en nuestro norte como el hormigón para las escaleras o caminos de mortero de cal. Parece que los técnicos han considerado oportuno unificar criterio al respecto. Bueno, eso y además unas cartelas estratégicamente colocadas  con información general sobre los templos, y sustitución de alguna barandilla metálica por otras de madera  que son menos agresivas visualmente, ¡dónde va usted a parar, tan nórdicas ellas!. Un poco de pintura por aquí, un dineral por allá y a procurar que a las Juntas Vecinales de  los pueblos no se les ocurra realizar ningún tipo de obra en los pueblos que “desentonen “ con los materiales empleados.
Cuál ha sido el criterio para la selección de templos es otra incógnita. Fuera de esa veintena, ha quedado, por ejemplo, la maravillosa ermita de Santa Eulalia de Barrio de Santa María, aunque a lo mejor  tiene que ver con la mala imagen que daría a las visitas la cubierta de la iglesia parroquial del mismo pueblo, a punto de hundirse si alguien no lo remedia.
En fin, que lo que les decía al principio, un lavado de cara en toda regla, que para eso están las subvenciones: para gastarlas como quien las recibe considere necesario, sin dar demasiadas o ninguna explicación a los pueblos.
Quien esto escribe sólo es una enamorada de nuestro románico rural, una defensora a ultranza de nuestro patrimonio, el que nuestros mayores han conservado durante siglos con su esfuerzo en la mayoría de los casos, exclusivamente, por amor y pasión, que debería ser la única manera de comprender y respetar la herencia de la que somos depositarios.
Ojalá las Edades del Hombre de Aguilar sirvan para concienciar a quienes son responsables primeros de la conservación de nuestros templos, de que hay que invertir en nuestro patrimonio, para que sea una de las pocas fuentes de ingresos para nuestra despoblada y abandonada tierra, invertir para que tengan futuro los jóvenes en ella y no tengan que abandonarla dolorosamente. Más que un lavado de cara o de imagen lo que se necesita es compromiso y responsabilidad.
  Lavado de cara
De la sección de la autora para "Curiosón". Mi dios de las pequeñas cosas ©-Margarita Marcos 2018.



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