Revista Comunicación

La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor

Publicado el 30 marzo 2016 por Universo De A @UniversodeA

Nuevo triunfo del Teatro de la Zarzuela: la institución que ha conseguido especializarse en las más brillantes y cuidadas reproducciones históricas

La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor

Sinopsis y ficha técnica

[Programa doble]

Duración aproximada: 3 horas y 30 minutos (con un descanso)

La guerra de los gigantes
Ópera escénica en un acto de autor anónimo
Música de SEBASTIÁN DURÓN
Estrenada en Madrid, entre 1701 y 1702

El imposible mayor en amor, le vence Amor
Zarzuela en dos jornadas de Francisco de Bances Candamo y José de Cañizares
Música de SEBASTIÁN DURÓN
Estrenada en el Teatro de la Cruz de Madrid, el 24 de julio de 1710

Nueva producción del Teatro de la Zarzuela

Sebastián Durón, compositor español, autor de obras religiosas y operísticas fue, junto a Antonio de Literes, el mejor autor de música escénica de su época. Entre su obra lírica se encuentran estos dos títulos. En La Guerra de los Gigantes aparece por primera vez la palabra «ópera» en una partitura española, y es uno de los pocos ejemplos de este género musical en el barroco español. Se compuso con motivo del matrimonio del Conde de Salvatierra con Doña María Leonor Dávila López de Zúñiga. El imposible mayor en amor, le vence amor es fruto de la competencia con los músicos italianos y representa una nueva etapa de la zarzuela española, que debe competir con los italianos en su mismo terreno: en el del virtuosismo vocal.

Dirección musical Leonardo García Alarcón Dirección de escenaGustavo TambascioEscenografíaRicardo Sánchez CuerdaVestuarioJesús RuizIluminaciónJuan Gómez-Cornejo (AAI)Asesora de versoKarmele AranburuMaestro de armasAlex G. RoblesMovimiento escénicoJaime PuenteDanza barrocaYolanda GranadoMaestros repetidoresHusan Park, Ramón GrauAyudante de dirección musicalFabián SchofrinAyudante de dirección de escenaFernando ClementeLa guerra de los gigantes (reparto)LA FAMA / PALANTE Cristina Alunno, JÚPITER / EL SILENCIO Mercedes Arcuri, EL TIEMPO / MINERVA Giuseppina Bridelli, LA INMORTALIDAD / HÉRCULES Mariana Flores, NOVIA Lucía Martín-Cartón, NOVIO Javier Galán, MADRIGALISTAS Carolina Masetti*, Carmen Paula Romero*, Julia Arellano*, Fernando Martínez**Miembro del Coro del Teatro de la ZarzuelaEl imposible mayor en amor, le vence Amor (reparto)JÚPITER Vivica Genaux, AMOR Beatriz Díaz, JUNO María José Moreno, SELVAJIO Javier Galán, SIRINGA Lucía Martín-Cartón, ACRISIO BARNA Javier Ibarz, DÁNAE Ylenia Baglietto, FILIDA Carmen del Valle, POLIDECTES Miguel Ángel Blanco, LISIDANTE Pablo Vázquez, CELAURO José Luis Alcedo, TRITÓN David Tenreiro, MADRIGALISTAS Mariana Flores, Giuseppina Bridelli, Cristina Segura, Miguel BernalBAILARINESYolanda Granado, Noemí Orgaz, Jaime Puente, Javier SánchezACRÓBATAS / ESPECIALISTASDaniel Alarcón, Roberto Álvarez, Alejandro Arce, Marco Covela, David Hernández, Antonio García Ortiz, Álex G. Robles, Alejandro Rodríguez, José Antonio Sánchez, Carlos Edy Santamaría, Nacho SerratoFIGURACIÓN ESPECIALHelena Dueñas, José TiscarFIGURACIÓNJesús Adsuar, Olho Branco, Mar Canadell, Jose Raúl Dee Dee, Beatriz Fernández, Cecilia López, María de Miguel, Pier Paolo NuceraCapella MediterraneaCoro del Teatro de la Zarzuela. Director: Antonio Fauró

La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor

Comentario previo

Desgraciadamente, creo que ya ha terminado, yo he ido muy tarde, y eso que no quería perdérmela bajo ningún concepto… pero si hay justicia en el mundo se repondrá e irá de gira por otros teatros.

No hay duda alguna, si hay un teatro que está consiguiendo que la experiencia teatral sea algo mucho más que eso (a pesar de otros muchos defectos que luego detallaré) ese es el Teatro de la Zarzuela, gracias a determinadas y esplendorosas producciones que deslumbran al espectador, ya no sólo con su magnificencia, un detalle, por otra parte, completamente superficial (apreciable, pero superficial a fin de cuentas), sino por su capacidad de trasladar al espectador a otra época, a la época de las obras que se representan, a través de unas reproducciones históricas tan brillantes como fieles que hacen que según termine la función sólo se puedan dar ovaciones en pie gritando “bravo” una y otra vez.

Indudablemente, ya hay excelentes precedentes de esta cuestión en las maravillosas y ya tradicionales (aunque siempre escasas) sesiones de cine mudo, que rescatan, en toda su gloria, los grandes tiempos de los palacios del cine, aquellos en los que acudir al cinematógrafo aún era un brillante acto social para el que prepararse (como bien he reseñado anteriormente); y el año pasado, en el absolutamente fabuloso y fantástico estreno de “Lady be good” y “Luna de miel en el Cairo”, que no pude parar de alabar, y que nos devolvía los mejores tiempos del musical y de la revista española, en un auténtico viaje a los principios del siglo pasado….

En definitiva, el Teatro de la Zarzuela ha comenzado un brillante camino que sería muy inteligente e interesante seguir, pues sus magníficas reproducciones históricas son tan didácticas como interesantes, dejan al público ávido de más, y convierten a esta institución en uno de los grandes paradigmas del teatro, público y privado, de esta ciudad, de la nación y del mundo; concluyendo, ¡un triunfo y una victoria absoluta e incondicional!.

Pero sin duda, otro de los grandísimos aciertos de haber realizado esta producción, es el rescate de la zarzuela barroca, la cual es muy poco representada, y aún menos conocida (estamos acostumbrados a ver la del XIX y principios del XX como máximo); laguna que sin duda era muy necesario subsanar, y más para la institución de la que hablamos, cuya máxima permanente debería ser el rescate, difusión y consolidación del género.

En cualquier caso, con este excelentísimo montaje se ha producido un triunfo absoluto del barroco (con razón alguien me dijo que, si te gusta la música barroca, te gustará esta producción), y para aquellos que amamos esa época histórica y su arte es una auténtica gozada el ver esa maravilla: la música, los simbolismos, las alegorías, el estilo… ¡que gozada!.

En cualquier caso, nunca me había parado a pensar en lo agudo que es el barroco (jajaja)… de todos modos no creo que haya sido un acierto de la producción haberlo dejado todo en manos de sopranos en vez de haber usado también contratenores para los papeles masculinos, bien es cierto que seguiría sin ser el tono exacto de los castrati, pero yo creo que es más fidedigno, apropiado, y reproduce mejor la época (también es de los pocos defectos que le veo a esta maravillosa producción).

Y no se puede decir que el público no haya respondido, ¡vaya si ha respondido!, a pesar de las pocas funciones, hubo lleno casi total en todas y cada una de las representaciones, realmente el tema interesa, así que no hay excusa posible para que no se siga explorando este camino.

Bien es cierto, pues eso también hay que decirlo, que durante la función (especialmente la segunda) y también el entreacto, hubo múltiples deserciones, pero eso es normal, ya que la cuestión no fue nada bien planificada: sólo se advertía a los asistentes que la función duraba cuatro horas una vez adquirida (y pagada) la entrada; el espectáculo empezaba a la hora habitual (en vez de tener la sabiduría, como en el Real con todas las funciones largas, de empezar unas horas antes -con Wagner casi siempre se hace-) en consecuencia acababa a las doce de la noche… lo cual fue desastroso, porque mucha gente quiere cenar y acostarse, y otra, a la que le importa menos prescindir de tan poco espirituales placeres, no puede dejar de recordar que al día siguiente tiene que levantarse temprano para ir a trabajar, y entre que acaba la función, te vas, llegas a casa, haces todo lo que tengas que hacer antes de acostarte… imagínate cuántas horas duermes. Y la verdad sea dicha, no todos están dispuestos a sacrificarse por amor al arte, y tampoco tendrían porque hacerlo si la organización del teatro hubiese sido muchísimo mejor. Sin mencionar que tampoco es motivador para los artistas que el teatro entero salga en masa en vez de quedarse a aplaudir porque están pensando “tengo que irme”; reconozco que yo estaba tan entusiasmado que fui de los que se quedó aplaudiendo, pero eso es más una excepción que una regla (lo típico, sólo hay que ir a la Fundación March, para ver que, como un concierto se alargue demasiado, rápidamente comienzan las deserciones para cena y cama).

Por otro lado, si bien disfruté enormemente con el doble programa, y me sentí extremadamente feliz de haber podido descubrir esas dos obras líricas, lo cierto es que también pensé que, y mucho más teniendo en cuenta lo mal que se había gestionado la cuestión de los horarios, el doble programa no era realmente necesario ya que cualquiera de esas dos obras contaba con suficiente entidad por sí misma, sin que hiciera falta que formase parte de un doble programa. Repito, me encantó y agradecí mucho el 2×1, pero no estuvo nada bien gestionado.

En realidad, muy desgraciadamente, el teatro entero parece encaminarse a la mala gestión con Daniel Bianco (como ya estaba vaticinando en artículos anteriores)… ya imagino al anterior directivo Paolo Pinamonti, sonriéndose y diciendo ese viejo refrán castellano “de fuera vendrán que bueno me harán” (y más después de haberlo criticado tanto en este blog)… y de fuera siguen viniendo, porque el argentino Bianco parece dispuesto a que la época de su predecesor nos parezca dorada en comparación: aparte de la torpeza inadmisible de los horarios ya comentada; siguen estando los espantosos programas de mano simplistas con apenas unas cuantas fichas técnico-artísticas totalmente insulsas y sin casi información; las exposiciones del ambigú han desaparecido por completo para mi total y absoluto horror; también han desaparecido las preciosas decoraciones de todo el teatro (especialmente en el vestíbulo) a juego con la obra, lo que te ambientaba a la perfección y te hacía entrar en esta desde el primer momento sin que se hubiera subido el telón siquiera… si a eso le sumamos una publicidad infame de vergüenza ajena; eso ya sin mencionar la información de internet (me volví loco para encontrar imágenes de estas obras, y la ficha ya veis que deja que desear, porque la web del teatro es una catástrofe)… más vale que la calidad de las producciones lo valga, porque la verdad, no se dan más alicientes para acudir a este teatro, y la labor difusora del género zarzuelísitico que debería hacer esta institución no se está haciendo en absoluto como se debe, llegando a tener más el estilo de un teatro privado que de uno público en lo que a la gestión se refiere. En definitiva, horrible.

Pero la atención al público es maravillosa, especialmente si vas a platea y te encuentras con los simpatiquísimos acomodadores del pasillo del centro, que siempre tienen una sonrisa, una palabra amable, y reconocen a los habituales… son encantadores. En realidad me encanta el personal de este teatro, también la que coge las entradas, la del guardarropa que combina eficacia, rapidez y amabilidad… estoy contentísimo en ese aspecto, y ese trato humano y familiar siempre hace que la asistencia a un teatro sea mejor. Como curiosidad, decir también que les han puesto una chapa enorme, con la “Z” simbólica del teatro, que si te descuidas es más grande que ellos… ¡ay, si diseñaran unos trajes o uniformes bonitos y se dejaran de adornos ridículos y superfluos!.

Por lo demás, comentar que en todas las funciones se sortea una botella de vino mediante un teatrillo bastante vulgar aunque con cierto tono autoparódico (las referencias a Bianco, Pinamonti o que querían tenernos retenidos hasta las 2 de la madrugada eran tremendas), lo que, teniendo en cuenta todo lo anteriormente dicho respecto a la gestión del teatro, me parece algo sumamente chabacano y casi incluso de mofa a la inteligencia del espectador; no digo que no esté bien sortear algo, pues sí que lo está, pero sólo si se ha cumplido anteriormente con todo lo importante, de no ser así, semejante acto resulta una ordinariez que se podría haber hecho en cualquier otro teatro privado (como de hecho, se ha hecho en alguna ocasión) y una cuestión indigna de un teatro público, y más cuando tal tema no tiene absolutamente nada que ver con la obra; básicamente porque no me puedo creer que sea una especie de técnica con la que pretendan fidelizar público sorteando vino, sería algo demasiado ridículo y estúpido.

Tampoco he entendido esa manía que les ha entrado a todos (hasta al director musical) de entrar por el medio del público… casi 15 minutos estuvimos esperando a que empezase la función. Aunque esta cuestión tal vez sea achacable a la dirección de escena de Gustavo Tambascio, que habiéndose encargado de ambas obras, la analizaré por separado, aunque puedo adelantar que daré crítica muy positiva de ella.

Respecto a la dirección musical de Leonardo García Alarcón, que también dirigió ambas obras, dado que no encontré variación en su manera y estilo de interpretarlas o querer aportar una diferencia notable entre las dos, ya comento, a modo de adelanto de ambas críticas, que me pareció apropiada, pero con muy poco brío, no pude evitar tener la impresión de que se le podría haber sacado más jugo, ritmo y triunfalismo a la música original. Y tampoco me ha convencido es que el coro estuviese casi siempre escondido.

LA GUERRA DE LOS GIGANTES

La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor

Crítica

Con franqueza, no creí que me fuera a entusiasmar la primera parte: entre que se la definía como ópera (aunque tiene de interesante que es la primera vez que aparece este vocablo en una partitura española), y que al director de escena le había dado por hacer modernismos… pero me resultó sumamente interesante.

El libreto original es muy de la época, con gran gusto por la mitología, que se convierte en una excusa para hablar de otras temáticas habituales de la época (siempre con cierto toque didáctico), así que no esperéis grandes y deslumbrantes argumentos, aquí se valora más la forma que el fondo (sin mencionar que había que satisfacer los divismos de los cantantes); pero esta producción lo adapta a mediados del siglo pasado, con más o menos éxito….

Así, Gustavo Tambascio, decide ubicar la ópera en una industria dirigida sólo por mujeres; para ello se ve obligado a crear una parte hablada con una boda… se puede decir que su propuesta funciona bastante bien, aunque en ocasiones se hunde totalmente.

La idea de convertir a los dioses del Olimpo en empresarios (todas mujeres, dato curioso, quizás por los timbres, pero la cuestión no deja de resultar interesante a nivel simbólico… no sé si para bien o para mal, teniendo en cuenta el desarrollo del argumento) y a los Titanes en obreros (sí, otra de lucha obrera, no tuvieron bastante con “Juan José”), puede funcionar bien llevada, y por partes, llega a dar resultado (aunque hay momentos que no tienen sentido, ¿Minerva, diosa de la sabiduría y de las guerras justas rematando a un obrero ante un Hércules, dios de la fuerza, apenado?); el final, que quizás pretende transmitir que, después del todo, nos necesitamos los unos a los otros, que todos somos imprescindibles por encima de cualquier tipo de consideración de clase social, no deja de resultar bonito y acertado. En realidad, da la impresión de que Tambascio a veces se pierde en su propia concepción de la puesta en escena y no sabe muy bien por dónde sacarla adelante o como replantear coherentemente sus personajes a partir de los que ya tiene; es lo malo de las revisiones con tono moderno, que o las tienes totalmente bajo control, o rápidamente empiezan a hacer aguas por todas partes.

Sin embargo yo creo que el enfoque que ha usado ha sido, en muchos aspectos, un error, si se hubiese hecho desde la perspectiva del espionaje industrial, por ejemplo, en vez de meternos en las manidas luchas de clase, hubiese sido mucho más apasionante y actual.

A pesar de ello, no niego que la puesta en escena da resultado, es elegante, imponente, tiene clase, y sabe aprovechar y apreciar el material que tiene (sólo hay que ver lo bien que se llega a combinar la música con lo que se escenifica, ¡nunca hubiera imaginado que la música barroca pudiera reproducir el trabajo mecánico de las máquinas!), no es absolutamente perfecta, pero está muy bien.

Tampoco quiero dejar de destacar unos decorados preciosos, majestuosos, y con un vestuario a juego que era una preciosidad de gran estilo.

La música de Sebastián Durón me pareció maravillosa, pero a mí me encanta el barroco, así que, qué voy a decir. Tal vez no con tanta pirotecnia vocal como me hubiera gustado, pero aún así, quedé muy satisfecho y disfruté cada nota.

Todos los cantantes cumplieron apropiadamente con su cometido, aunque ninguna voz me llamó especialmente la atención.

En definitiva, la, probablemente, primera ópera española, sin duda merecía haber sido desempolvada, y no hay institución mejor para ello que el Teatro de la Zarzuela.

La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
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EL IMPOSIBLE MAYOR EN AMOR, LE VENCE AMOR

La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor

Crítica

Lo mejor para el final (bueno, para quién pudo llegar, como habréis leído en el comentario previo), sin duda este era el momento más esperado de la velada, el que todos estábamos ansiosos por presenciar… porque no sólo tendríamos la oportunidad de deleitarnos con una zarzuela barroca, sino que esta sería fielmente reproducida, tal cual se hacía en su época (para bien y para mal, como leeréis en mis conclusiones abajo del todo).

Así pues, aquí nos encontramos con un libreto con una historia algo más contada, no según los cánones actuales, pero en la que se puede apreciar ese amor por la mitología y el simbolismo. Cierto, es lento, pausado y la narración no cumple ninguno de los requisitos que exigimos hoy día… ¡pero tiene tanto encanto!; sobre todo porque es zarzuela realmente, muchas veces he oído que grandes escritores del siglo de oro escribieron libretos para zarzuelas, y aunque a veces la Compañía Nacional de teatro clásico nos ha hecho aproximaciones incluyendo música en sus montajes, nunca hemos podido apreciar algo tan maravilloso y acabado como esto: maravillosos textos clásicos en verso, combinados con sublime música barroca, ¡que más se puede pedir!.

Que sí, vale, que la historia podría ser mucho mejor contada, que la definición de personajes deja que desear, que llega a resultar caótico… ¡pero es todo tan maravilloso y bonito, que a quién le importa!.

A ello ayuda una música deliciosamente barroca también de Sebastián Durón, que si bien, al igual que en la obra anterior, no la consideraría un prodigio absoluto, si que tiene un gran encanto.

Y qué decir de la puesta en escena también de Tambascio, ¡que maravilla, que prodigio, qué merito!, ¡perfecto, bravo, ovación en pie absoluta!: una excelentísima reproducción de como se hacían las obras en el barroco que tan pocas oportunidades tenemos de disfrutar hoy día (a veces lo vemos más a través de breves escenas en películas que en los escenarios); me gustó todo, de principio a fin: los decorados pintados y troquelados que reproducen ingenuamente, aunque con gran galanía, todo tipo de espacios, sin dejar de lado un lujo totalmente aparente (algo muy propio de la época); un esplendoroso vestuario a juego; y por supuesto, todos los movimientos en escena, que parecían sacados de cuadros, tan inteligentes, tan pensados, tan perfectamente traídos de siglos atrás para ser perfectamente reproducidos hoy día; todo ello combinado con el sublime ritmo de las interpretaciones que era como bucear en el tiempo; eso ya sin mencionar otros fabulosos detalles técnicos (como la iluminación: utilizando una especie de candilejas… ¡e incluso velas!) que nos transportaban directamente al barroco pues nada fallaba en esta excelentísima puesta en escena… no hay duda, Tambascio ha conseguido algo de gran mérito que debe observarse con gran respeto y admiración.

Muchas alabanzas quiero decir también de los actores-cantantes, que si bien sus actuaciones no podrían ser calificadas de muy naturales (tal vez el teatro clásico nunca lo ha sido, por más que hoy pretendamos convertirlo en tal -quizás para bien-), sí que es cierto que no se puede dejar de alabar que las mismas personas consigan, a la vez, cantar y decir largos textos clásicos; combinación de factores sumamente complicada y que se debe aplaudir sin parar, aunque sólo sea por el mérito que tiene haberse metido a ello, y si además se consigue con tan magnífico resultado… ¡pues ya no digamos!.

En definitiva, un triunfo absoluto, total e incondicional que sin duda alguna satisfizo todas las expectativas, y que se convertirá en uno de esos montajes míticos que se seguirán comentando años después, y que todo el mundo que haya tenido la gran oportunidad de verlo recordará con gran placer y satisfacción, quedando ya para siempre en la memoria.

La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor
La guerra de los gigantes / El imposible mayor en amor, le vence amor

En conclusión, esta magnífica doble producción, el conjunto final, es simplemente fabuloso. No voy a mentir tampoco, pues no creo que sea algo fácil y accesible para todo el mundo (no es el tipo de narración y forma de llevarla a cabo a la que estamos acostumbrados… pero como dije y repito, tal y como me dijo alguien, “si te gusta la música de esa época, te gustará”), realmente tiene que gustarte el arte barroco para poder apreciar en toda su plenitud esta función; sin embargo, indiferentemente de esto, el resultado es interesantísimo, realmente fascinante de ver para conocer y entender mejor esta época histórica (todos los colegios, institutos e incluso universidades deberían venir a ver una representación)… por ello, independientemente de que pueda gustar más o menos (y yo ya habré dicho mil veces que me encantó), no puedo dejar de reseñar el inmenso interés y calidad de esta representación (y lo arriesgada que resulta, pues el lenguaje teatral ha cambiado totalmente), y es que este tipo de producción, hace que realmente merezca la pena que un teatro público exista y tenga sentido.

Realmente, el Teatro de la Zarzuela ha triunfado otra vez, ha conseguido una excelentísima reproducción histórica con la que nos ha llevado en un magnífico viaje en el tiempo de nuevo. Perfecto, absolutamente sublime, y ojalá pueda volver a decir esto muchas veces más y volver a citar este sublime precedente.


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