Revista Opinión

Hay que reivindicar libertad de expresión siempre

Publicado el 07 enero 2015 por Alba Chaparro @Alba_Chaparro

El atentado perpetrado en París hace unas horas contra la sede del semanario satírico Charlie Hebdo ha causado, al menos, doce muertos. Fuentes del Ministerio del Interior francés consideran que "es una opción posible" que la motivación del ataque sea por cuestión religiosa, ya que la revista ha recibido constantes amenazas y agresiones especialmente desde 2006, año en que una portada con la caricatura de Mahoma indignó a gran parte del mundo islámico. De hecho, en noviembre de 2011 las instalaciones de Charlie Hebdo sufrieron grandes desperfectos a causa de un atentado con un cóctel molotov.

Después de conocerse la tragedia son muchas las voces que se están alzando para condenar el ataque y reivindicar la libertad de expresión, lo cual me parece loable a la par que hipócrita. ¿Qué significa libertad de expresión? Porque se supone que es un derecho recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en las constituciones de los Estados democráticos, pero asesinar caricaturistas no es la única forma de quebrantarlo.

Según el barómetro de la libertad de prensa realizado por Reporteros Sin Fronteras (RSF) para 2014, fueron asesinados un total de 96 comunicadores en 25 países -a la cabeza se encuentran China, Eritrea, Irán, Siria y Egipto-, cifra a la que habría que sumar otros embates como secuestros, detenciones, amenazas y agresiones. Los datos para 2013, por ejemplo (los de 2014 aún no están actualizados), siguen siendo desalentadores: 826 periodistas detenidos, 87 secuestrados, 77 exiliados...

A veces da la sensación de que la libertad de expresión es atacada en países no democráticos, aunque la condena al soldado Bradley Manning o el hostigamiento que sufren el analista de la NSA, Edward Snowden, y el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, son lances que refutan esta concepción. De hecho, no hace falta salir de España para ver muestras del acoso al que se ven sometidos los profesionales de la información: destituciones de periodistas incómodos (Ana Pastor en TVE y Pedro J. Ramírez en El Mundo), multas a trabajadores de medios de comunicación (además de la famosa sanción de 3.000 euros a los caricaturistas de El Jueves tras la portada de los entonces Príncipes de Asturias, cabe destacar, por ejemplo, la multa que recibieron este verano dos periodistas por fotografiar a agentes marroquíes agrediendo a inmigrantes en Melilla) y denuncias de periodistas por verse sometidos a diferentes presiones ( empleados de El Jueves y El Mundo denunciaron ser presas de la censura tras la abdicación del Rey, y 1.500 trabajadores de TVE firmaron en octubre de 2014 un manifiesto contra la manipulación informativa a la que se veían obligados).

Los abusos contra el ejercicio de la profesión periodística no vienen solo de los Gobiernos -democráticos o no-, de los redactores jefes, de islamistas ofendidos o de monárquicos resentidos. La mayor amenaza que sufre el periodismo actualmente, en la era de la "Sociedad de la Información", viene de la propia ciudadanía. El correcto desempeño de las labores comunicativas debería ser una máxima inherente a cualquier periodista, pero reivindicar libertad de expresión -sin abandonar la demanda de veracidad- es obligación de todo el que tiene algo que decir y de todo el que tiene algo que escuchar.

En el mundo de la comunicación -independientemente de si es informativa o satírica, política o cultural, deportiva o económica, de investigación o preventiva-, siempre habrá partidarios y críticos de lo que se cuenta y de la forma en que se cuenta, algo lógico considerando que la objetividad no existe y que todo se cuenta por y para algo. Lo que sí existe es la honestidad, la integridad, la dignidad y la decencia, y estos cuatro elementos deberían ser exigencias implícitas de cualquier consumidor. El periodismo es el cuarto poder porque la información es poder. Y si la información es poder, la desinformación es sumisión, por lo que democratizar la información veraz es tarea de todos.

Hay que reivindicar libertad de expresión siempre: cuando se atenta contra medios de comunicación y se asesinan caricaturistas, pero también cuando se mata a reporteros de guerra y se silencian esos crímenes, o cuando se asesina a comunicadores críticos con el sistema establecido, o cuando se cercena la entrada de periodistas extranjeros para cubrir diferentes acontecimientos, o cuando se manipula flagrantemente la información de una televisión pública, o cuando se miente de forma manifiesta y no se rectifican las informaciones engañosas, o cuando son destituidos determinados profesionales por reprobar los abusos del poder, o cuando los trabajadores denuncian presiones y censura... Hay que reivindicar libertad de expresión siempre.


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