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ANTROPOLOGIA DE LA FIESTA Y SU INFLUENCIA EN LA CULTURA HISPANICA (Capitulo I)

Por Zubi
ANTROPOLOGIA DE LA FIESTA Y SU INFLUENCIA EN LA CULTURA HISPANICA (Capitulo I)
Por El ZubiQuiero adelantarles que les voy a hablar de la influencia e importancia que la Fiesta de los Toros, como acontecimiento en sí o como espectáculo, ha venido teniendo en la sociedad española y en el mundo hispánico, (entendiendo “mundo hispánico” todo el arco de influencia cultural de España) y todo esto desde sus comienzos hasta nuestros días, tanto desde el punto de vista psicológico como antropológico, sociológico y cultural. Una influencia analizada además, desde los diferentes puntos de vista culturales de nuestra existencia y con las valiosas opiniones de intelectuales importantes de nuestra cultura hispánica, que han vivido y sentido la Fiesta de diferentes formas.Pero empecemos por el principio. Todo lo relacionado con la Fiesta, incluso el hecho de que hoy estén ustedes ahí sentados dispuestos a escucharme a mí hablar de la Fiesta de los toros... todo tiene su inicio en el campo y tiene un proceso muy lento.  Como a los metales en la fragua, el toreo y la Fiesta se forjan despacio, con el paso cíclico y preciso de las estaciones. Lentamente  en la soledad del campo, en esas dehesas  solitarias, verdes y ocres, es donde se encuentra el origen, el inicio mas primario y puro del toreo y de la Fiesta. Porque si lo miran bien, la Fiesta de los Toros  es un espectáculo trasladado del campo a las ciudades. La magia del totem, el símbolo de Iberia trasladado a las ciudades  para romper el orden de la vida cotidiana  y culta. El toro, ídolo y símbolo de la fertilidad y de la fuerza, traspasa al hombre sus poderes genésicos en ese rito de sangre y muerte que es la Fiesta, esa anacrónica exhibición de la cruda realidad. Metáfora perfecta y exacta de nuestra existencia.Es en el campo, señoras y señores, donde se inicia  el reto eterno del hombre y del toro.  En esas dehesas verdes y ocres, entre vientos solanos, heladas, torronteras y escorrentías, entre rocíos y florestas, entre alcornoques, encinas y acebuches. Entre marismas y monte, salitre y habas, en las dehesas interminables de la España brava, es donde está el reino del dios “toro”. Un reino que el hombre, celoso e inquieto de poder  y fuerza, osó invadirlo y tomarlo hace muchos siglos, y así llegó el toreo y llegó la Fiesta.Por medio, hay siglos de observación y selección del hombre para llegar a la inexacta ciencia de la ganadería y la Tauromaquia: pelos, señales, hierros, fuego, navajas, garrochas y cencerros, consejos de mayorales, sabiduría empírica adquirida con los años, lograda de sol a sol, de helada a helada. Un corte de navaja en la oreja del añojo hecho al calor, al espeso humo y polvo del herradero. Un corte que sangra, olor que abrasa.  Olor a pelo y piel quemada. El herrado del toro se extiende con el quemado en su costillar que entra  en el numerario de la camada. El número que identifica a ese toro, que le quita misterio, que le mengua la individualidad   de su estampa.  Y luego viene su bautizo. Arrancado del nombre de su madre se crea mágicamente el suyo, que algún día en las Plazas de España, lo perpetuará en la fama para siempre como le ocurrió a  “Barbudo”,  a “Islero”, a “Atrevido”, a  “Bailaor”, a “Granadino”, a “Pocapena”, o a “Avispado”, a “Burlero”, a “Laborioso”, o a “Ratón” (por decir algunos toros importantes),  o que pasará desapercibido para siempre. En el campo, el nombre del toro es inseparable al de la madre, su nombre pertenece al paisaje... Todo lo que entendemos como Fiesta, tiene su arranque en el campo, en las noches oscuras de las dehesas, en el inquietante sonido del reburdeo de los toros que barrunta tormenta o pelea. No puede explicarse la Fiesta sin el campo, ese templo sagrado del toro aún, donde muy pocos tienen acceso. La cultura del toro posee raíces muy profundas en la peculiar “vividura” hispánica. La Fiesta constituye  un mito, un rito, uno de los máximos símbolos hispánicos.  Un sin número de nombres ilustres, de intelectuales y artistas, se han apasionado con este espectáculo y han encontrado en él inspiración para sus creaciones estéticas:  pintores, escritores, poetas, escultores, músicos, cineastas, pensadores... Nombres como Goya y Picasso, Hemingway, Orson Welles, García Lorca, Alberti; Bergamín, los Machado, Valle-Inclán, Gerardo Diego, Miguel Hernández, Sebastián Miranda, Romero de Torres, Zuloaga, Ortega y Gasset, Cela, Tierno Galván, Madariaga, Américo Castro, Gregorio Marañón, Lain  Entralgo,  Pérez Galdós, y para no cansarles con más nombres un largo etcétera  de personajes de talento que sintieron la pasión por este espectáculo que es, año tras año la representación de un rito sagrado.Fernando Sánchez Dragó, en su libro “Gárgoris y  Habidis” ve en la Fiesta de los toros el elemento fundamental para entender la “historia mágica de España”.  Respecto al toro, Ángel Alvarez Miranda, Catedrático de Historia de las Religiones e intelectual  de la posguerra, en su libro “Ritos y juegos del toro” nos dice que el “toro es para el hombre primitivo, un depósito cualificado de energía creadora y reproductiva. El hombre cree poder utilizar esta fuerza de fecundidad para sus propios fines a través de la magia simpatética concomitante”. A partir de ahí, hay que entender las corridas de toros como un rito sagrado que degenera en un juego, en un espectáculo profano. En la costumbre del  “toro nupcial” halla Alvarez de Miranda  el antecedente de las corridas de toros, que vienen a ser su desarrollo lúdico. Nuestros antepasados practicaban el rito del “toro nupcial”  en el solsticio de verano. Un día a la caída del sol, el hombre primitivo antes de aparearse con su hembra mataba un toro bravo, comía su carne y bebía su sangre. Se embadurnaba el cuerpo con sangre y con los puños en alto cerrados, gritaba con fuerza al sol que se escondía entre las montañas, y en el crepúsculo, sentía en esos momentos como, a través de esa magia simpatética concomitante, la fuerza, la virilidad y la capacidad reproductiva del dios toro penetraban con fuerza en su cuerpo. Así pues,  la realidad cultural del toro no se reduce a lo que ven en las plazas unos miles de espectadores. Culmina allí una larga historia, pero el mito, el rito, la ceremonia sagrada son muy anteriores. Ésta es a mi juicio una de las razones por las que en el ámbito hispánico, dan más preeminencia a las corridas de toros como acontecimiento sobre cualquier otro espectáculo de masas.(Continúa mañana)ANTROPOLOGIA DE LA FIESTA Y SU INFLUENCIA EN LA CULTURA HISPANICA (Capitulo I)


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